Este texto fue redactado antes de la elcción de MICHEL BACHELLET y aunque era parte de la campaña y el reconocimiento de los democrata cristianos a su raiz Humanista Cristiana he querido presentarla a ustedes como referente historico de mi partido
Los chilenos y chilenas que nos hemos identificado históricamente con la opción humanista cristiana queremos reiterar el sentido de este compromiso, que nos lleva a apoyar a la doctora Michelle Bachelet, quien confiamos será elegida como la primera Presidenta de Chile el próximo 15 de enero.
Los caminos del Humanismo Cristiano
El Humanismo Cristiano es una profunda corriente de pensamiento y acción, de carácter ético e intelectual, que se inspira en el testimonio de Cristo en su mensaje del Nuevo Testamento. En la antigüedad, el medioevo y el renacimiento se nutre de la experiencia de las comunidades primigenias y de los primeros pastores.
Desde fines del siglo XIX, las Encíclicas Sociales, Rerum Novarum, seguida de Quadragesimo Anno, Centesimus Annus y las que siguieron motivaron a miles de hombres y mujeres a tratar de construir en el mundo, y en Chile, una sociedad fundada en los valores evangélicos. En esta tarea ha sido notable el aporte de las diversas corrientes cristianas, como lo testimonian los ejemplos de Martin Luther King y Desmond Tutu. Luego de las dos Guerras Mundiales, del genocidio provocado por el nazismo y el fascismo, y del progresivo conocimiento de los sufrimientos de las personas asociados a los socialismos reales, fue surgiendo una versión contemporánea del humanismo cristiano. Entre muchos, se distingue especialmente el pensamiento de Jacques Maritain, quien en 1948 fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de las Naciones Unidas, cuyos principios son hoy reconocidos en todo el mundo.
En Chile en la década de los 30, un grupo de jóvenes entre los que destacaron Eduardo Frei Montalva, Bernardo Leighton, Rafael Agustín Gumucio, Manuel Garretón, Radomiro Tomic, Ignacio Palma y Tomás Reyes, propusieron un nuevo proyecto político -desde la Juventud Conservadora-, que dio vida a la Falange Nacional y posteriormente a la Democracia Cristiana. El nuevo referente se caracterizó por ser pluralista y no confesional. Uno de sus más connotados ideólogos, Jaime Castillo Velasco, fue agnóstico durante gran parte de su vida. Su compromiso fue totalmente coherente y consecuente, en la teoría y en la acción, como lo demostró con su testimonio por la defensa y promoción de los derechos humanos, después del golpe militar.Tal como lo planteó la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica en diciembre pasado, el Humanismo Cristiano no es propiedad de nadie en particular. Es un patrimonio común del que ninguna persona o grupo puede apropiarse en forma exclusiva ni menos oportunista, de acuerdo a las circunstancias y conveniencias.
Para nosotros, se trata de una doctrina y una práctica que se articulan en una opción ética que permite discernir comportamientos políticos, sociales, económicos y culturales en la acción, tanto en el plano nacional, como en el internacional.
Ideales y práctica
Consideramos que la opción humanista cristiana tiene consecuencias importantes en la vida de las personas: se toma un camino y se desecha otro, según su coherencia lógica y su consistencia ética. Aquello es lo que asigna credibilidad y confianza a las propuestas y comportamientos de quienes asumen esta opción en la acción política.
La dignidad inalienable de la persona humana, la libertad, la fraternidad, el valor fundamental del trabajo, fueron los ideales que llevaron a Clotario Blest y a Manuel Bustos a construir con generosidad y valentía, junto a muchos trabajadores de diversos pensamientos ideológicos, el desarrollo del movimiento sindical chileno.
El compromiso humanista cristiano lo asumieron como pastores, con pasión e intensidad, el Padre Alberto Hurtado, hoy Santo de la Iglesia Católica, el obispo Manuel Larraín, el cardenal arzobispo Raúl Silva Henríquez, los obispos Enrique Alvear, Fernando Ariztía, entre otros. Ellos encarnaron en su vida y acción social los valores del cristianismo en la sociedad chilena, la que pese a ser abrumadoramente católica, mostraba injusticias y desigualdades escandalosas e inaceptables.
Gracias a la acción de personas como ellos, en los años 60, se inició la liberación del campesinado, sometido a una dominación ancestral. Los obispos marcaron su testimonio práctico, entregando primero las tierras de la Iglesia a las comunidades de sus trabajadores. A su ejemplo se añadió la acción de los políticos, que promovieron y lograron aprobar institucionalmente la sindicalización campesina. El movimiento generado logró provocar un enorme paso que significó otorgar rango constitucional al concepto de “función social de la propiedad”, y en el gobierno de Eduardo Frei Montalva se implementó la Reforma Agraria que dio dignidad a millones de chilenos y chilenas del campo, y cambió uno de los pilares fundamentales de la injusta sociedad tradicional.
En esa misma época la Promoción Popular permitió a millones de chilenos organizarse en Juntas de Vecinos y Centros de Madres para participar activamente en la sociedad. La sindicalización en los centros urbanos e industriales experimentó un salto, y se generó un significativo avance en las condiciones laborales de los trabajadores chilenos. El impulso al cooperativismo en el campo y la ciudad mostró la posibilidad de establecer un nuevo tipo de organización, fundada en la primacía del trabajo sobre el capital. Sin embargo, esa alternativa sería destruida por la dictadura y su modelo económico “neoliberal”.
Después de la polarización política de inicios de los años 70 y de la caída del régimen democrático, los humanistas cristianos encabezados por Bernardo Leighton en lo político, y por el Cardenal Raúl Silva Henríquez en lo espiritual, manifestaron su rechazo al régimen de fuerza que se instauraba, y a su inevitable secuela de represión, dolor y muerte. En esos años, nos sentimos aún más interpelados por el Humanismo Cristiano. Aprendimos a valorar el aporte de hombres y mujeres de otras corrientes doctrinarias e ideológicas, también humanistas, y fuimos convergiendo gradualmente en iniciativas orientadas a recuperar la democracia plena. En 1980 tuvo lugar un hito fundamental de esa lucha, cuando Eduardo Frei Montalva encabezó el rechazo “en la forma y el fondo” a la Constitución de Augusto Pinochet.
Defensa de los derechos humanos en Chile
En esos años duros para Chile, los humanistas cristianos no callaron ante la arbitrariedad y el crimen institucionalizados. Algunos fueron asesinados, o los hicieron desaparecer; otros sufrieron atentados, fueron exiliados, relegados y perseguidos. Los expulsaron de las Universidades y de sus fuentes laborales; muchos fueron marginados de la posibilidad de desarrollarse profesionalmente.
Los humanistas cristianos estuvieron junto al Cardenal Silva Henríquez en la Vicaría de la Solidaridad y colaboraron en la Pastoral Obrera. Defendieron los derechos humanos conculcados, y se unieron a hombres y mujeres de otras raíces filosóficas para crear la Comisión Chilena de Derechos Humanos y la Comisión Nacional Pro Derechos de la Juventud. Trabajaron en la defensa de las empresas de inspiración autogestionaria. Trataron de abrir los espacios de información y expresión y apoyaron, primero a la radio Balmaceda, y luego a la Cooperativa y Chilena; a las revistas Hoy, Análisis, Cauce y Apsi; y posteriormente a los diario Fortín Mapocho y La Época.
En esos años, los humanistas cristianos no estaban colaborando con la dictadura. No ayudaron a impulsar el diseño jurídico ni económico de la mayor concentración de poder que haya conocido nuestra patria en su historia independiente. No fueron designados para controlar las organizaciones estudiantiles, sindicales, gremiales o profesionales, ni agredían impunemente a sus propios compañeros a vista y paciencia de las autoridades. No se quedaron con los bienes públicos privatizados mediante procedimientos oscuros ni usufructuaron de las condiciones del mercado, para especular y construir fortunas personales.
El rol de los humanistas cristianos fue clave en los procesos de convergencia social, que permitieron reconstituir y conducir el movimiento estudiantil, el movimiento sindical y los colegios profesionales. En lo político, el avance en las luchas democratizadoras se reflejó en la creación de instancias como el Grupo de los 24, la Alianza Democrática, el Prodem, la Asamblea de la Civilidad, el Comité por las Elecciones Libres, hasta llegar a la Concertación de Partidos por el No, y finalmente a la Concertación de Partidos por la Democracia. El requisito fundamental para incorporarse a esas agrupaciones fue adherir a la democracia, la justicia social y la no violencia como método para poner término a la dictadura. La base de ese acuerdo radica, análogamente a lo señalado por Maritain respecto de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en una “ideología práctica fundamental y en principios de acción fundamentales implícitamente reconocidos hoy, por la conciencia de los pueblos libres. Constituyen una suerte de residuo común, una especie de ley común no escrita, por la convergencia práctica de ideologías, teorías y tradiciones espirituales ampliamente diferentes”.
En estos casi 16 años de democracia reconquistada, hemos aportado, con lealtad y dedicación, al cumplimiento de los propósitos de consolidar la democracia, el desarrollo, la libertad, la equidad, la mayor justicia, la lucha contra la miseria, la construcción de una sociedad incluyente, la conformación de una cultura digna y de convivencia en paz, con plena incorporación de Chile al mundo moderno. Los gobiernos encabezados por Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, han hecho posible recorrer un camino de avances y la inmensa mayoría reconoce que Chile es hoy otro país.
La próxima elección presidencial
Ante las confusiones en que ha incurrido el ahora candidato único de la Alianza Sebastián Piñera, es importante considerar que aunque haya votado que No, como lo ha expresado en 1980 y 1988, sus actuales socios políticos fueron cómplices y encubridores de los victimarios, o al menos guardaron silencio, cuando era imprescindible defender la vida y la libertad. Ellos conformaron altos cuadros gubernamentales, fueron miembros de las peculiares comisiones legislativas de los años de la dictadura, y validaron y legitimaron los atropellos a los derechos humanos y la mofa a la democracia que representó la redacción y aprobación del texto constitucional de 1980. Lejos de haber una renovación política de la derecha chilena, observamos que la Alianza se sostiene hoy en los mismos actores que sustentaron política y socialmente la “obra” de Pinochet y que siguen empeñados en su defensa.
La candidatura presidencial de Piñera tiene como aliados estratégicos a quienes han demostrado en forma reiterada que son capaces de manejar el poder sin contemplaciones. La gigantesca concentración de poder económico, social y político que representaría su eventual elección, afectaría gravemente el proceso de profundización de nuestra democracia, y sería una tragedia para el equilibrio de nuestra convivencia y para la credibilidad del país. Más aún, nos pone ante el peligro de un gobierno populista de derecha, semejante a los que han sido tan nefastos en otras naciones de América Latina por sus problemas de gobernabilidad.
Es preocupante para la transparencia y lucha contra la corrupción en la gestión pública, la recurrencia de importantes intereses patrimoniales y corporativos asociados a esa candidatura presidencial. No se advierte un límite claro entre el interés privado y el interés público, entre el dinero y la política. A esta altura, nos preguntamos, por ejemplo, cómo es posible que Sebastián Piñera aún no haya declarado su patrimonio financiero y los intereses empresariales en los que participa.
Cultura de la solidaridad
Desde nuestra opción humanista cristiana, con clara conciencia de las circunstancias actuales y de las tareas que deben ser abordadas por el próximo gobierno, pensamos que sin duda serán mejor resueltas por la alternativa política ciudadana representada por Michelle Bachelet y la Concertación por la Democracia.
Para nosotros sigue teniendo total validez la tarea de construir una sociedad justa, libre y sustentada en el respeto a la dignidad de la persona humana. Nuestra tarea sigue siendo la de construir una democracia participativa, fundada en espacios públicos libres y pluralistas, adecuados a las condiciones del siglo XXI, sobre los cuales se constituya nuestra vida común.
Chile requiere, especialmente ahora, deliberar sobre la política y la construcción de una ciudadanía activa y fuerte. Para el humanismo cristiano, es vital asegurar una adecuada representación de la ciudadanía en el cuerpo político. Es necesario otorgar a los diversos sectores la posibilidad de contribuir al debate y a las decisiones en los asuntos públicos. Este es un asunto fundamental de la conformación de la sociedad. Por eso el sistema binominal, que es un producto del autoritarismo claramente diseñado para excluir y segregar a cientos de miles de chilenos del cuerpo político, debe terminar de una vez por todas. También debemos dar término a los quórum calificados de las leyes orgánicas, los que mantienen el mismo carácter de imposición y conservación del modelo autoritario que el conjunto original de la Constitución de 1980. Nos parece que Chile merece una Carta Magna que podamos discutir y debatir con plena libertad, sin miedos fundados en el temor irracional a la expresión democrática de la ciudadanía.
Necesitamos subordinar la economía a la persona humana, poniendo al mercado al servicio de su dignidad y de la del trabajo humano, por sobre la propiedad individual y el afán de lucro. Son principios superiores del humanismo la sustentabilidad social, económica y ambiental, así como la identidad cultural del país. Por eso, tenemos que avanzar resueltamente hacia una real economía social de mercado, como forma de organizar la economía que mejor se adecua al principio de la solidaridad. Del mismo modo, hay que hacer efectiva la profunda igualdad en la dignidad de las personas, consensuando e implementando profundos cambios en nuestras políticas sociales, de manera de contar con un Estado que asegure el acceso a servicios sociales básicos de calidad y a una previsión social, evitando así la reproducción de las diferencias sociales heredadas.
La solidaridad y el comunitarismo, fundados en el valor de la dimensión social de la persona humana, reconoce la importancia de las comunidades y de sus organizaciones. Es por eso paradójico que una autocalificada candidatura “humanista cristiana” se aparte, en su primer enunciado programático, tan notoria y decisivamente de esta opción. Se define allí el proceso de desarrollo como la “expansión de las libertades reales de las personas”. Bien sabemos quienes vivimos la experiencia de la dictadura que las libertades individuales son un aspecto fundamental del desarrollo, pero para nosotros el desarrollo humano es mucho más amplio que las libertades individuales de carácter económico, pues aquel se refiere a la estructuración de las identidades sociales desde las más pequeñas comunidades, como la familia, hasta el conjunto de la vida nacional. Desde la cuna hasta la vejez.
Nuestra perspectiva del Humanismo Cristiano no entiende el desarrollo del país como la sumatoria de los progresos individuales resultantes de la operación de los mercados. Nuestra visión es contradictoria con la del reduccionismo economicista liberal. Por eso, es compatible con otros humanismos, laicos y otros provenientes de las más variadas inspiraciones del pensamiento humano.
Reclamamos una cultura de la solidaridad y los derechos humanos. En particular, aspiramos a que nuestra cultura, en todas sus expresiones y en todos sus niveles, se empape de los valores y principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Que ellos se transformen en un elemento articulador de nuestra vocación e identidad como nación, involucrando al sistema educativo, a los medios de comunicación, y la acción de los organismos públicos, incluyendo el compromiso internacional del Estado con la promoción y resguardo de estos derechos.
Una patria para todos
Históricamente, los humanistas cristianos chilenos tuvieron una marcada identidad latinoamericana. Nuestro país requiere asegurar para sí un papel relevante en la región, abriendo y profundizando una agenda política latinoamericana. Sustentada en una mirada integral de sus dimensiones políticas, económicas, sociales y culturales. Una política internacional que no limite las relaciones con nuestros vecinos, en forma exclusiva y arrogante, sólo a la búsqueda de “buenos negocios”, lo que sería un desastre a mediano y largo plazo para el país. Especialmente peligrosa nos parece la propuesta de comprometer a Chile en una asociación estratégica de amplias y vagas perspectivas militares en forma casi exclusiva con los Estados Unidos, cuyo actual gobierno está embarcado en una política internacional ultra conservadora, totalmente ajena al sentir y aspiraciones de nuestro pueblo.
Creemos que los chilenos tenemos ante nosotros una tarea que no es pequeña. El país está en condiciones de dar un nuevo salto histórico. Debe elegir a una persona que pueda convocar a todos los chilenos sin exclusiones, a construir un espacio común, un lugar de todos y para todos. Una patria para todos.
Nosotros no dudamos en optar por un proyecto que asegure la promoción de un modelo de desarrollo de carácter integral, basado en principios éticos, encarnado en la historia, y proyectado hacia un mejor futuro para todos los chilenos. Para nosotros, como lo dijera con visión profunda Radomiro Tomic en 1970, el destino democrático del país se asocia indisolublemente a la cultura de la solidaridad, la mística del sacrificio y el trabajo compartido.
Por nuestra historia común y por la indispensable consistencia ético-política, los abajo firmantes entregamos nuestro firme apoyo a Michelle Bachelet, y confiamos que como primera Presidenta de la República de Chile, encauzará una amplia voluntad mayoritaria. Estamos seguros que entregará todas sus energías en sus cuatro años de mandato democrático al inicio de un nuevo estilo de hacer política y de construir un país: con la gente, compartiendo los esfuerzos y los frutos del sacrificio común, con un horizonte de futuro digno para todos nuestros hijos.
Invitamos a todos los humanistas cristianos a compartir este compromiso, que se enraíza en el ejemplo de las generaciones anteriores. Invitamos a los hombres y mujeres de esta tierra a construir el futuro de Chile sobre los sólidos cimientos de una cultura de la solidaridad, del trabajo y el amor a la patria.
Mariano Ruiz-Esquide
Renán Fuentealba M.
Belisario Velasco B.
Claudio Huepe
Ignacio Balbontín A.
Florencio Ceballos
Sergio Saavedra V.
Jorge Donoso P.
Eduardo Abedrapo
Manuel Acevedo A.
Ataliva Amengual
Juan Andrade
Fernando Arancibia
Patricia Araos Pérez
Ignacio Arriagada Fernández
Osvaldo Artaza Barrios
Rafael Asenjo Z.
Andrés Aylwin A.
Raúl L. Bagioli
Graciela Bórquez K.
María Angélica Bórquez K.
Rubén Burgos
Humberto Burotto
Héctor Casanueva O.
Marta Eugenia Canto Castro
Carlos Cárdenas
Jorge Caro F.
Francisco Javier Celedón
Margaret Ciampi
Jorge Cisternas Z.
Ariel Contador
Sergio Contreras Villa
Loreto Cortés
Maximiliano Cox Balmaceda
Marcelo Chávez
Michel De L’Herbe Dinamarca
Bernardino Domínguez Vial
Raúl Donckaster
Patricio Dooner Díaz
María Cecilia Dooner Sepúlveda
Ricardo Durán Ossandón
Sergio Elliot Gómez
Sergio Erlandsen
Héctor Escobar
Juan Guillermo Espinosa
Mariano Fernández A.
Sergio Fernández A.
Ricardo Ffrench-Davis
Manuel Fábrega
Ricardo Flores Fuentes
Giovanna Flores Medina
Rodolfo Fortunatti
Carolina Gárate Peñaloza
Francisco Garay Ruiz-Tagle
Luz García Arcos
César Gómez Viveros
Cristián Gutiérrez Pauqui
Jaime Hales Dib
Sergio Henríquez
María Irigoin
Pablo Jaeger
Francisco Javier Jaeger Bruron
Luis Augusto Jaeger Bruron
Cecilia Jara
Gustavo Jiménez
Ana Kaempffer Fuentes
Humberto Kameid L.
Hernán Köhnenkampf
Urit Lacoa
Antonio Lara B.
Francisco Larenas Bouquet
Ignacio Larraechea
Mario Lizana
Mónica Luna
Julio Madrid
Víctor Maldonado Roldán
Carmen Gloria Marambio
Hernán Medina Rueda
Sergio Mejías
Carlos Eduardo Mena
María Angélica Monardes
María Olivia Monckeberg P.
María Luisa Morales Alliende
Luis Moya S.
Fernando Muñoz León
Héctor Muñoz M.
Carlo Muñoz Serrano
Sylvia Musalem
José Nagel Amaro
Julio Ortega M.
Andrés Palma Irarrázaval
Juan Carlos Palma Irarrázaval
Juana E. Peña V.
Jorge Pino Toro
Carol Pinto
José Polanco
Patricia Quezada Molina
Gustavo Rayo Urrutia
Andrea Reyes
Luz María Reyes Valdivieso
Luis Mario Riquelme N.
Exequiel Rivas
Edith Rivera
Edgardo Riveros
Marco Antonio Rocca
Eduardo Rodríguez O.
Sybill Rogers Casanueva
Bessie Saavedra
Vilna Saavedra
Jacqueline Saintard V.
Victor Salas
Abraham Santibáñez
Gloria Sepúlveda Devia
Emilio Soria
Tonci Tomic
Patricio Javier Uribe Arratia
Ricardo Villa C.
Gonzalo Wielandt
Marcelo Zapata C.
4 de enero de 2006
Los caminos del Humanismo Cristiano
El Humanismo Cristiano es una profunda corriente de pensamiento y acción, de carácter ético e intelectual, que se inspira en el testimonio de Cristo en su mensaje del Nuevo Testamento. En la antigüedad, el medioevo y el renacimiento se nutre de la experiencia de las comunidades primigenias y de los primeros pastores.
Desde fines del siglo XIX, las Encíclicas Sociales, Rerum Novarum, seguida de Quadragesimo Anno, Centesimus Annus y las que siguieron motivaron a miles de hombres y mujeres a tratar de construir en el mundo, y en Chile, una sociedad fundada en los valores evangélicos. En esta tarea ha sido notable el aporte de las diversas corrientes cristianas, como lo testimonian los ejemplos de Martin Luther King y Desmond Tutu. Luego de las dos Guerras Mundiales, del genocidio provocado por el nazismo y el fascismo, y del progresivo conocimiento de los sufrimientos de las personas asociados a los socialismos reales, fue surgiendo una versión contemporánea del humanismo cristiano. Entre muchos, se distingue especialmente el pensamiento de Jacques Maritain, quien en 1948 fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de las Naciones Unidas, cuyos principios son hoy reconocidos en todo el mundo.
En Chile en la década de los 30, un grupo de jóvenes entre los que destacaron Eduardo Frei Montalva, Bernardo Leighton, Rafael Agustín Gumucio, Manuel Garretón, Radomiro Tomic, Ignacio Palma y Tomás Reyes, propusieron un nuevo proyecto político -desde la Juventud Conservadora-, que dio vida a la Falange Nacional y posteriormente a la Democracia Cristiana. El nuevo referente se caracterizó por ser pluralista y no confesional. Uno de sus más connotados ideólogos, Jaime Castillo Velasco, fue agnóstico durante gran parte de su vida. Su compromiso fue totalmente coherente y consecuente, en la teoría y en la acción, como lo demostró con su testimonio por la defensa y promoción de los derechos humanos, después del golpe militar.Tal como lo planteó la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica en diciembre pasado, el Humanismo Cristiano no es propiedad de nadie en particular. Es un patrimonio común del que ninguna persona o grupo puede apropiarse en forma exclusiva ni menos oportunista, de acuerdo a las circunstancias y conveniencias.
Para nosotros, se trata de una doctrina y una práctica que se articulan en una opción ética que permite discernir comportamientos políticos, sociales, económicos y culturales en la acción, tanto en el plano nacional, como en el internacional.
Ideales y práctica
Consideramos que la opción humanista cristiana tiene consecuencias importantes en la vida de las personas: se toma un camino y se desecha otro, según su coherencia lógica y su consistencia ética. Aquello es lo que asigna credibilidad y confianza a las propuestas y comportamientos de quienes asumen esta opción en la acción política.
La dignidad inalienable de la persona humana, la libertad, la fraternidad, el valor fundamental del trabajo, fueron los ideales que llevaron a Clotario Blest y a Manuel Bustos a construir con generosidad y valentía, junto a muchos trabajadores de diversos pensamientos ideológicos, el desarrollo del movimiento sindical chileno.
El compromiso humanista cristiano lo asumieron como pastores, con pasión e intensidad, el Padre Alberto Hurtado, hoy Santo de la Iglesia Católica, el obispo Manuel Larraín, el cardenal arzobispo Raúl Silva Henríquez, los obispos Enrique Alvear, Fernando Ariztía, entre otros. Ellos encarnaron en su vida y acción social los valores del cristianismo en la sociedad chilena, la que pese a ser abrumadoramente católica, mostraba injusticias y desigualdades escandalosas e inaceptables.
Gracias a la acción de personas como ellos, en los años 60, se inició la liberación del campesinado, sometido a una dominación ancestral. Los obispos marcaron su testimonio práctico, entregando primero las tierras de la Iglesia a las comunidades de sus trabajadores. A su ejemplo se añadió la acción de los políticos, que promovieron y lograron aprobar institucionalmente la sindicalización campesina. El movimiento generado logró provocar un enorme paso que significó otorgar rango constitucional al concepto de “función social de la propiedad”, y en el gobierno de Eduardo Frei Montalva se implementó la Reforma Agraria que dio dignidad a millones de chilenos y chilenas del campo, y cambió uno de los pilares fundamentales de la injusta sociedad tradicional.
En esa misma época la Promoción Popular permitió a millones de chilenos organizarse en Juntas de Vecinos y Centros de Madres para participar activamente en la sociedad. La sindicalización en los centros urbanos e industriales experimentó un salto, y se generó un significativo avance en las condiciones laborales de los trabajadores chilenos. El impulso al cooperativismo en el campo y la ciudad mostró la posibilidad de establecer un nuevo tipo de organización, fundada en la primacía del trabajo sobre el capital. Sin embargo, esa alternativa sería destruida por la dictadura y su modelo económico “neoliberal”.
Después de la polarización política de inicios de los años 70 y de la caída del régimen democrático, los humanistas cristianos encabezados por Bernardo Leighton en lo político, y por el Cardenal Raúl Silva Henríquez en lo espiritual, manifestaron su rechazo al régimen de fuerza que se instauraba, y a su inevitable secuela de represión, dolor y muerte. En esos años, nos sentimos aún más interpelados por el Humanismo Cristiano. Aprendimos a valorar el aporte de hombres y mujeres de otras corrientes doctrinarias e ideológicas, también humanistas, y fuimos convergiendo gradualmente en iniciativas orientadas a recuperar la democracia plena. En 1980 tuvo lugar un hito fundamental de esa lucha, cuando Eduardo Frei Montalva encabezó el rechazo “en la forma y el fondo” a la Constitución de Augusto Pinochet.
Defensa de los derechos humanos en Chile
En esos años duros para Chile, los humanistas cristianos no callaron ante la arbitrariedad y el crimen institucionalizados. Algunos fueron asesinados, o los hicieron desaparecer; otros sufrieron atentados, fueron exiliados, relegados y perseguidos. Los expulsaron de las Universidades y de sus fuentes laborales; muchos fueron marginados de la posibilidad de desarrollarse profesionalmente.
Los humanistas cristianos estuvieron junto al Cardenal Silva Henríquez en la Vicaría de la Solidaridad y colaboraron en la Pastoral Obrera. Defendieron los derechos humanos conculcados, y se unieron a hombres y mujeres de otras raíces filosóficas para crear la Comisión Chilena de Derechos Humanos y la Comisión Nacional Pro Derechos de la Juventud. Trabajaron en la defensa de las empresas de inspiración autogestionaria. Trataron de abrir los espacios de información y expresión y apoyaron, primero a la radio Balmaceda, y luego a la Cooperativa y Chilena; a las revistas Hoy, Análisis, Cauce y Apsi; y posteriormente a los diario Fortín Mapocho y La Época.
En esos años, los humanistas cristianos no estaban colaborando con la dictadura. No ayudaron a impulsar el diseño jurídico ni económico de la mayor concentración de poder que haya conocido nuestra patria en su historia independiente. No fueron designados para controlar las organizaciones estudiantiles, sindicales, gremiales o profesionales, ni agredían impunemente a sus propios compañeros a vista y paciencia de las autoridades. No se quedaron con los bienes públicos privatizados mediante procedimientos oscuros ni usufructuaron de las condiciones del mercado, para especular y construir fortunas personales.
El rol de los humanistas cristianos fue clave en los procesos de convergencia social, que permitieron reconstituir y conducir el movimiento estudiantil, el movimiento sindical y los colegios profesionales. En lo político, el avance en las luchas democratizadoras se reflejó en la creación de instancias como el Grupo de los 24, la Alianza Democrática, el Prodem, la Asamblea de la Civilidad, el Comité por las Elecciones Libres, hasta llegar a la Concertación de Partidos por el No, y finalmente a la Concertación de Partidos por la Democracia. El requisito fundamental para incorporarse a esas agrupaciones fue adherir a la democracia, la justicia social y la no violencia como método para poner término a la dictadura. La base de ese acuerdo radica, análogamente a lo señalado por Maritain respecto de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en una “ideología práctica fundamental y en principios de acción fundamentales implícitamente reconocidos hoy, por la conciencia de los pueblos libres. Constituyen una suerte de residuo común, una especie de ley común no escrita, por la convergencia práctica de ideologías, teorías y tradiciones espirituales ampliamente diferentes”.
En estos casi 16 años de democracia reconquistada, hemos aportado, con lealtad y dedicación, al cumplimiento de los propósitos de consolidar la democracia, el desarrollo, la libertad, la equidad, la mayor justicia, la lucha contra la miseria, la construcción de una sociedad incluyente, la conformación de una cultura digna y de convivencia en paz, con plena incorporación de Chile al mundo moderno. Los gobiernos encabezados por Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, han hecho posible recorrer un camino de avances y la inmensa mayoría reconoce que Chile es hoy otro país.
La próxima elección presidencial
Ante las confusiones en que ha incurrido el ahora candidato único de la Alianza Sebastián Piñera, es importante considerar que aunque haya votado que No, como lo ha expresado en 1980 y 1988, sus actuales socios políticos fueron cómplices y encubridores de los victimarios, o al menos guardaron silencio, cuando era imprescindible defender la vida y la libertad. Ellos conformaron altos cuadros gubernamentales, fueron miembros de las peculiares comisiones legislativas de los años de la dictadura, y validaron y legitimaron los atropellos a los derechos humanos y la mofa a la democracia que representó la redacción y aprobación del texto constitucional de 1980. Lejos de haber una renovación política de la derecha chilena, observamos que la Alianza se sostiene hoy en los mismos actores que sustentaron política y socialmente la “obra” de Pinochet y que siguen empeñados en su defensa.
La candidatura presidencial de Piñera tiene como aliados estratégicos a quienes han demostrado en forma reiterada que son capaces de manejar el poder sin contemplaciones. La gigantesca concentración de poder económico, social y político que representaría su eventual elección, afectaría gravemente el proceso de profundización de nuestra democracia, y sería una tragedia para el equilibrio de nuestra convivencia y para la credibilidad del país. Más aún, nos pone ante el peligro de un gobierno populista de derecha, semejante a los que han sido tan nefastos en otras naciones de América Latina por sus problemas de gobernabilidad.
Es preocupante para la transparencia y lucha contra la corrupción en la gestión pública, la recurrencia de importantes intereses patrimoniales y corporativos asociados a esa candidatura presidencial. No se advierte un límite claro entre el interés privado y el interés público, entre el dinero y la política. A esta altura, nos preguntamos, por ejemplo, cómo es posible que Sebastián Piñera aún no haya declarado su patrimonio financiero y los intereses empresariales en los que participa.
Cultura de la solidaridad
Desde nuestra opción humanista cristiana, con clara conciencia de las circunstancias actuales y de las tareas que deben ser abordadas por el próximo gobierno, pensamos que sin duda serán mejor resueltas por la alternativa política ciudadana representada por Michelle Bachelet y la Concertación por la Democracia.
Para nosotros sigue teniendo total validez la tarea de construir una sociedad justa, libre y sustentada en el respeto a la dignidad de la persona humana. Nuestra tarea sigue siendo la de construir una democracia participativa, fundada en espacios públicos libres y pluralistas, adecuados a las condiciones del siglo XXI, sobre los cuales se constituya nuestra vida común.
Chile requiere, especialmente ahora, deliberar sobre la política y la construcción de una ciudadanía activa y fuerte. Para el humanismo cristiano, es vital asegurar una adecuada representación de la ciudadanía en el cuerpo político. Es necesario otorgar a los diversos sectores la posibilidad de contribuir al debate y a las decisiones en los asuntos públicos. Este es un asunto fundamental de la conformación de la sociedad. Por eso el sistema binominal, que es un producto del autoritarismo claramente diseñado para excluir y segregar a cientos de miles de chilenos del cuerpo político, debe terminar de una vez por todas. También debemos dar término a los quórum calificados de las leyes orgánicas, los que mantienen el mismo carácter de imposición y conservación del modelo autoritario que el conjunto original de la Constitución de 1980. Nos parece que Chile merece una Carta Magna que podamos discutir y debatir con plena libertad, sin miedos fundados en el temor irracional a la expresión democrática de la ciudadanía.
Necesitamos subordinar la economía a la persona humana, poniendo al mercado al servicio de su dignidad y de la del trabajo humano, por sobre la propiedad individual y el afán de lucro. Son principios superiores del humanismo la sustentabilidad social, económica y ambiental, así como la identidad cultural del país. Por eso, tenemos que avanzar resueltamente hacia una real economía social de mercado, como forma de organizar la economía que mejor se adecua al principio de la solidaridad. Del mismo modo, hay que hacer efectiva la profunda igualdad en la dignidad de las personas, consensuando e implementando profundos cambios en nuestras políticas sociales, de manera de contar con un Estado que asegure el acceso a servicios sociales básicos de calidad y a una previsión social, evitando así la reproducción de las diferencias sociales heredadas.
La solidaridad y el comunitarismo, fundados en el valor de la dimensión social de la persona humana, reconoce la importancia de las comunidades y de sus organizaciones. Es por eso paradójico que una autocalificada candidatura “humanista cristiana” se aparte, en su primer enunciado programático, tan notoria y decisivamente de esta opción. Se define allí el proceso de desarrollo como la “expansión de las libertades reales de las personas”. Bien sabemos quienes vivimos la experiencia de la dictadura que las libertades individuales son un aspecto fundamental del desarrollo, pero para nosotros el desarrollo humano es mucho más amplio que las libertades individuales de carácter económico, pues aquel se refiere a la estructuración de las identidades sociales desde las más pequeñas comunidades, como la familia, hasta el conjunto de la vida nacional. Desde la cuna hasta la vejez.
Nuestra perspectiva del Humanismo Cristiano no entiende el desarrollo del país como la sumatoria de los progresos individuales resultantes de la operación de los mercados. Nuestra visión es contradictoria con la del reduccionismo economicista liberal. Por eso, es compatible con otros humanismos, laicos y otros provenientes de las más variadas inspiraciones del pensamiento humano.
Reclamamos una cultura de la solidaridad y los derechos humanos. En particular, aspiramos a que nuestra cultura, en todas sus expresiones y en todos sus niveles, se empape de los valores y principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Que ellos se transformen en un elemento articulador de nuestra vocación e identidad como nación, involucrando al sistema educativo, a los medios de comunicación, y la acción de los organismos públicos, incluyendo el compromiso internacional del Estado con la promoción y resguardo de estos derechos.
Una patria para todos
Históricamente, los humanistas cristianos chilenos tuvieron una marcada identidad latinoamericana. Nuestro país requiere asegurar para sí un papel relevante en la región, abriendo y profundizando una agenda política latinoamericana. Sustentada en una mirada integral de sus dimensiones políticas, económicas, sociales y culturales. Una política internacional que no limite las relaciones con nuestros vecinos, en forma exclusiva y arrogante, sólo a la búsqueda de “buenos negocios”, lo que sería un desastre a mediano y largo plazo para el país. Especialmente peligrosa nos parece la propuesta de comprometer a Chile en una asociación estratégica de amplias y vagas perspectivas militares en forma casi exclusiva con los Estados Unidos, cuyo actual gobierno está embarcado en una política internacional ultra conservadora, totalmente ajena al sentir y aspiraciones de nuestro pueblo.
Creemos que los chilenos tenemos ante nosotros una tarea que no es pequeña. El país está en condiciones de dar un nuevo salto histórico. Debe elegir a una persona que pueda convocar a todos los chilenos sin exclusiones, a construir un espacio común, un lugar de todos y para todos. Una patria para todos.
Nosotros no dudamos en optar por un proyecto que asegure la promoción de un modelo de desarrollo de carácter integral, basado en principios éticos, encarnado en la historia, y proyectado hacia un mejor futuro para todos los chilenos. Para nosotros, como lo dijera con visión profunda Radomiro Tomic en 1970, el destino democrático del país se asocia indisolublemente a la cultura de la solidaridad, la mística del sacrificio y el trabajo compartido.
Por nuestra historia común y por la indispensable consistencia ético-política, los abajo firmantes entregamos nuestro firme apoyo a Michelle Bachelet, y confiamos que como primera Presidenta de la República de Chile, encauzará una amplia voluntad mayoritaria. Estamos seguros que entregará todas sus energías en sus cuatro años de mandato democrático al inicio de un nuevo estilo de hacer política y de construir un país: con la gente, compartiendo los esfuerzos y los frutos del sacrificio común, con un horizonte de futuro digno para todos nuestros hijos.
Invitamos a todos los humanistas cristianos a compartir este compromiso, que se enraíza en el ejemplo de las generaciones anteriores. Invitamos a los hombres y mujeres de esta tierra a construir el futuro de Chile sobre los sólidos cimientos de una cultura de la solidaridad, del trabajo y el amor a la patria.
Mariano Ruiz-Esquide
Renán Fuentealba M.
Belisario Velasco B.
Claudio Huepe
Ignacio Balbontín A.
Florencio Ceballos
Sergio Saavedra V.
Jorge Donoso P.
Eduardo Abedrapo
Manuel Acevedo A.
Ataliva Amengual
Juan Andrade
Fernando Arancibia
Patricia Araos Pérez
Ignacio Arriagada Fernández
Osvaldo Artaza Barrios
Rafael Asenjo Z.
Andrés Aylwin A.
Raúl L. Bagioli
Graciela Bórquez K.
María Angélica Bórquez K.
Rubén Burgos
Humberto Burotto
Héctor Casanueva O.
Marta Eugenia Canto Castro
Carlos Cárdenas
Jorge Caro F.
Francisco Javier Celedón
Margaret Ciampi
Jorge Cisternas Z.
Ariel Contador
Sergio Contreras Villa
Loreto Cortés
Maximiliano Cox Balmaceda
Marcelo Chávez
Michel De L’Herbe Dinamarca
Bernardino Domínguez Vial
Raúl Donckaster
Patricio Dooner Díaz
María Cecilia Dooner Sepúlveda
Ricardo Durán Ossandón
Sergio Elliot Gómez
Sergio Erlandsen
Héctor Escobar
Juan Guillermo Espinosa
Mariano Fernández A.
Sergio Fernández A.
Ricardo Ffrench-Davis
Manuel Fábrega
Ricardo Flores Fuentes
Giovanna Flores Medina
Rodolfo Fortunatti
Carolina Gárate Peñaloza
Francisco Garay Ruiz-Tagle
Luz García Arcos
César Gómez Viveros
Cristián Gutiérrez Pauqui
Jaime Hales Dib
Sergio Henríquez
María Irigoin
Pablo Jaeger
Francisco Javier Jaeger Bruron
Luis Augusto Jaeger Bruron
Cecilia Jara
Gustavo Jiménez
Ana Kaempffer Fuentes
Humberto Kameid L.
Hernán Köhnenkampf
Urit Lacoa
Antonio Lara B.
Francisco Larenas Bouquet
Ignacio Larraechea
Mario Lizana
Mónica Luna
Julio Madrid
Víctor Maldonado Roldán
Carmen Gloria Marambio
Hernán Medina Rueda
Sergio Mejías
Carlos Eduardo Mena
María Angélica Monardes
María Olivia Monckeberg P.
María Luisa Morales Alliende
Luis Moya S.
Fernando Muñoz León
Héctor Muñoz M.
Carlo Muñoz Serrano
Sylvia Musalem
José Nagel Amaro
Julio Ortega M.
Andrés Palma Irarrázaval
Juan Carlos Palma Irarrázaval
Juana E. Peña V.
Jorge Pino Toro
Carol Pinto
José Polanco
Patricia Quezada Molina
Gustavo Rayo Urrutia
Andrea Reyes
Luz María Reyes Valdivieso
Luis Mario Riquelme N.
Exequiel Rivas
Edith Rivera
Edgardo Riveros
Marco Antonio Rocca
Eduardo Rodríguez O.
Sybill Rogers Casanueva
Bessie Saavedra
Vilna Saavedra
Jacqueline Saintard V.
Victor Salas
Abraham Santibáñez
Gloria Sepúlveda Devia
Emilio Soria
Tonci Tomic
Patricio Javier Uribe Arratia
Ricardo Villa C.
Gonzalo Wielandt
Marcelo Zapata C.
4 de enero de 2006
No hay comentarios.:
Publicar un comentario