Miércoles, 28 de Marzo de 2012
Estimados y estimadas amigas,
Desde hace casi un mes somos testigos del terrible sufrimiento que experimento Daniel Zamudio y sus seres queridos por el brutal atentado realizado por “neo nazis chilensis” que cobardemente lo atacaron en grupo, respondiendo a su ideología del más bajo nivel, solo por ser homosexual, y finalmente hoy, después de tanto luchar y aferrarse a la vida, su cuerpo no resistió más, Daniel Zamudio falleció a sus 24 años de edad.
Esta situación nos obliga a abrir un debate definitivo sobre el tipo de sociedad que tenemos, en que valores se está sustentando y qué es lo que aspiramos de lo que debería ser, ya que, el relativismo moral y el cinismo de los conservadores y retrógrados siempre ha terminado por imponerse a través de la fuerza, el abuso de poder, el lobby y el levantamiento de mantos de mentiras.
A los partidos políticos nos corresponde recoger los intereses y aspiraciones de la sociedad, y también ser promotores de los grandes debates, por esta misma razón hago un llamado con fuerza a todas las fuerzas políticas y sociales sin distinción a manifestarse y sincerar sus posturas respecto a la discriminación y desprecio que unos ejercen sobre otros.
Desde mi posición de cristiano les digo a todos y todas que Jesús jamás apartaría de su lado al débil, al empedrado o al afligido, todos y cada uno de nosotros somos hijos amados y privilegiados de Díos, y quienes más sufren son más amados por él, invito a todos quienes son cristianos a actuar como lo haría Jesús y no como algunos de nuestros pastores que se han equivocado sistemáticamente en su afán de proteger las formas y que muchas veces han olvidado el fondo. A quienes no son cristianos los invito a pensar en un mínimo sentido común, la defensa de los derechos humanos y su promoción como base para la convivencia humana, que debe ser una regla de oro para evolucionar como sociedad.
Quienes atacaron a Daniel han adquirido la ideología que permitió la perdida de millones de vidas en Alemania, por establecer jerarquías entre la calidad de personas, luego de su terrible experiencia ellos aprendieron la lección como sociedad, al parecer, nosotros hemos aprendido poco. Chile vivió 18 años de dictadura, de división de la sociedad, de muerte y dolor, que le dejo a Chile una cicatriz dolorosa en que como consecuencia vemos que prima el individualismo por sobre el valor de la comunidad, de la solidaridad o la preocupación por el otro, en fin, los valores de un neoliberalismo carente de todo sentido humano.
En concreto, considero necesario detenernos a reflexionar un elemento relevante y es que podemos crecer económicamente y eventualmente ser exitosos en lo personal y como sociedad, podemos generar condiciones de mayor igualdad y acceso a los bienes materiales e intangibles que aspiramos, pero nada de eso tiene sentido si no ponemos como centro del pensamiento y la acción el principio de la fraternidad, entendiendo esa como la capacidad de establecer relaciones sustentables entre las personas y sus entornos, reconociendo a los otros como iguales en dignidad y derechos, y tener la capacidad de ver más allá de la pequeñez que nos impone una cultura pobre y superficial en extremo.
Nosotros desde nuestra posición de juventud hacemos un emplazamiento al gobierno y a nuestros parlamentarios a aprobar una Ley antidiscriminación que se haga cargo del problema tanto en la forma como en el fondo, para que los que verdaderamente están enfermos y dedican su tiempo a discriminar, ofender, destruir vidas o acosar a cualquiera por razones políticas, religiosas, sexuales o de cualquier tipo sean castigadas fuertemente. Pero esta iniciativa debe ser solo un eslabón de una cadena de elementos que permitan concretar la aspiración de toda gran democracia, y es que todos y todas con sus condiciones, con su esfuerzo y con el apoyo de la sociedad puedan alcanzar la felicidad y la trascendencia.
Para ello requerimos de una sociedad de hombres y mujeres libres y pensantes, y de una institucionalidad que no solo castigue la discriminación, sino que eduque para la vida en comunidad, y que promueva la aceptación y la hermandad para una vida en libertad y con sentido de justicia.
Tengo la fuerte convicción de que tenemos una sociedad enferma de muchos males como el arribismo, el cinismo, la envidia, un retrogrado sentimiento de superioridad y de una abismante falta de sentido de la realidad y de humildad que debemos revisar, lamentable que sea la muerte de una persona la que nos haga entrar de lleno en este debate, pero bienvenido, y no lo dejemos pasar hasta que vengan otros que sufran las mismas consecuencias de los males de los cuáles no nos queremos hacer cargo. Estamos en una profunda crisis como sociedad y debemos aprovechar aunque suene doloroso esta oportunidad para reflexionar y evolucionar.
Escribo esta carta desde mi posición y mi deber como dirigente político, en base a mis convicciones democráticas y cristianas, sin temor a incomodar a los más poderosos e influyentes de nuestra sociedad, es mas, exijo que quienes tienen las responsabilidades de la administración del poder político y también a los diversos líderes de nuestra sociedad a asumir este debate en profundidad, con altura de miras y con el corazón abierto para comprender la realidad que viven muchos, ya que, la discriminación y la violencia que esta conlleva no es solo física, sino que, en nuestra sociedad existe una gran violencia oculta que se expresa todos los días en las más pequeñas actitudes de las personas, en los colegios, en las relaciones laborales, etc. Y la consecuencia son los suicidios, las depresiones y el desarrollo de personas que sienten que no tienen dónde ir, ni quién los defienda.
Finalmente, solo quiero llamar a cada uno de quienes reciban este mensaje a terminar con el silencio frente a la injusticia y a la toleración de la violencia, atrevámonos a denunciar, a enfrentar a los abusadores y a manifestar públicamente el desacuerdo con estas situaciones atroces, que si se repiten, solo serán notificaciones de que preferimos vivir en el silencio, en la costumbre y en el miedo.
Sin otro particular y esperando ser un aporte a una sana y noble discusión de nuestra sociedad, se despide.
Ramón Andrés Mallea Araus
Presidente
Juventud Demócrata Cristiana
Melipilla