martes, 30 de enero de 2007

OPINIÓN DE SERGIO MUÑOZ EN LA NACIÓN

La última batalla de Frei Montalva

Los esfuerzos de la familia Frei por abrirse paso hacia la verdad cuentan por cierto con el apoyo de la inmensa mayoría del país

Sergio Muñoz Riveros

Se cuenta que el cardenal Raúl Silva Henríquez le pidió a Eduardo Frei Montalva que no lo dejara solo en el Tedéum del 18 de septiembre de 1973 que se iba a realizar en presencia de los miembros de la Junta Militar en la iglesia de la Gratitud Nacional, y que esa petición fue determinante para que el ex Mandatario decidiera concurrir al templo, adonde llegaron también los ex presidentes Alessandri y González Videla. Como no podía ser de otro modo, el gesto de Frei fue interpretado, dentro y fuera de Chile, como una manifestación de respaldo a los asaltantes del poder. Había sido presidente del Senado hasta el momento del golpe y era el principal líder de la Democracia Cristiana, por lo que su gesto tuvo enorme trascendencia.

La posición de Frei frente al derrocamiento del Presidente Allende y la instalación de la dictadura está reflejada en la famosa carta enviada el 8 de noviembre de 1973 a Mariano Rumor, presidente de la Unión Mundial de la DC. Allí, al puntualizar las razones del quiebre institucional, afirmó que “la responsabilidad íntegra” recaía en el gobierno de la Unidad Popular y, luego de describir el deterioro de la convivencia democrática en el período 70-73, expresó su deseo de que el gobierno militar tuviera éxito. “Cuanto más pronto se destierre el odio y se recupere económicamente el país, más rápida será la salida”, escribió esa vez. Precisó además los objetivos de la DC: “Pleno respeto a los derechos humanos; pleno respeto a las legítimas conquistas de los trabajadores y los campesinos; vuelta a la plenitud democrática”.

A esas alturas, ya era horroroso el panorama en materia de derechos humanos y se hacía evidente que el cálculo de Frei de que las FFAA pondrían orden y llamarían a elecciones carecía de fundamento. Las peores formas del odio estaban por venir. En ese contexto, antiguos colaboradores suyos como los ex ministros Juan de Dios Carmona y William Thayer se comprometieron con la dictadura y algunos profesionales democratacristianos empezaron a cooperar desde el aparato del Estado.

No pasó mucho tiempo para que Frei se diera cuenta de la verdadera naturaleza del régimen de facto, a cuya definición “doctrinaria” contribuyeron tempranamente los grupos más extremos de la derecha, partidarios de una especie de refundación autoritaria de Chile. Como se sabe, la represión se concentró primero en la gente de izquierda, pero en los años siguientes se extendió también a los democratacristianos. En 1977, el régimen de Pinochet decretó la disolución de la DC y la confiscación de sus bienes.

Frei no imaginó que Chile iba a retroceder en términos de civilización al extremo que lo hizo. El temor a una hipotética dictadura de la izquierda no le permitió ver cómo surgía ante sus ojos la dictadura real de la derecha. No imaginó el proceso de criminalización del Estado que iba a desarrollarse. Con el tiempo, entendió que sólo cabía oponerse a la dictadura y unir fuerzas con todos los que estuvieran dispuestos a ello. Lo honra sin duda el que haya encabezado el rechazo al plebiscito de 1980 con el que Pinochet buscó legitimar su Constitución. Lamentablemente, no alcanzó a ver el renacimiento democrático de su país.

Algunos dirán que no tiene sentido especular respecto de “lo que pudo ser”, pero es difícil resistirse a ello a la luz del alto costo que pagó Chile por la falta de entendimiento en el período 1964-1973 entre las fuerzas que mucho después dieron vida a la Concertación. Si la DC y la mayor parte de la izquierda se hubieran entendido entonces en las cosas sustanciales -en primer lugar, la defensa de las libertades-, la historia pudo ser muy distinta. Si Allende y Frei hubieran pasado por encima de los celos y agravios, se habrían salvado las instituciones y Chile se habría ahorrado muchos sufrimientos. Pero no fue así. Allende fue un opositor implacable del gobierno de Frei en los años 64-70, y Frei lo fue del gobierno de Allende en los tres años que duró. La cerrada disputa respecto de cuál era la mejor vía hacia la justicia social, la ceguera ideológica ante los verdaderos valores en juego, terminaron por pavimentar el camino de los golpistas.

Al morir, el 22 de enero de 1982, Frei Montalva tenía 71 años y era sin duda la principal figura de la oposición. Hace pocos días, su hijo, el ex Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle presentó una querella por el posible homicidio de su padre sobre la base de nuevos datos aportados a la investigación judicial. Si se comprueba la intervención de agentes de la dictadura en su muerte, se habrá confirmado una vez más que ésta encarnó la absoluta falta de compasión y no se detuvo ante nada. ¡Qué terribles lecciones nos quedaron!

Los esfuerzos de la familia Frei por abrirse paso hacia la verdad cuentan por cierto con el apoyo de la inmensa mayoría del país.

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